jueves, junio 09, 2005

Silencios

Es una historia vieja. Es algo que llevamos imbricado casi en los genes, tan temprano lo aprendemos, algo tan profundo que no sé si rascando y escarbando podemos realmente llegar hasta ello y sacarlo.

Es la culpa.

Por mucho que ames a la otra persona, por mucho que ella te ame a tí, la culpa aparece blandida en manos de uno o ambos, como una espada. Nadie es tan racional, tan ético, tan moral, que nunca la use para hacer daño al otro.

Ahore me encuentro en una de esas situaciones. No sé exactamente lo que he hecho, pero he hecho algo mal. Su desaprobación es evidente. Y su silencio, y su distanciamiento. Supongo que lo peor es el silencio, por inusual más que nada.

¿Sabéis? Es muy hermosa. Pero sobre todo es muy hermosa cuando está en silencio, y sabes que en un momento va a levantar la mirada de lo que hace y te va a mirar, va a sonreír y va a decir algo.

El silencio rara vez es completo cerca de ella. Lo llena de sonidos hermosos, canta, habla, se ríe, hace el ganso. Llena todo lo que hay a su alrededor de luz.

Pero ahora, a su alrededor el silencio es como la cima de una montaña. Es cortés, extremadamente cortés y distante, pero cuando habla no disipa el silencio. Al contrario, el silencio entre cada palabra, entre cada sílaba, parece crecer y envolverte. Lo odio.

La amo, en burna medida, porque es luz y ruido y risas. Cuando se enfada conmigo es como si la congelaran.

¿Qué hago? Las alternativas que me pasan por la mente no son agradables. Ni siquiera creo que sean buena idea.